El Cadejos
El Cadejos lo han conocido pocos con sus propios ojos; son más los que han tenido el raro privilegio de oírlo a lo lejos, no sé si aullando o rugiendo; pero es infinito el número de los que han sentido, cuando pasa, el ligero casquilleo de sus uñas sobre la acera, y apenas se consiguen gentes que no crean en él, aunque algunos que se las dan de científicos, explican su existencia por la de una raza especial de osos amigos de noctivagar por los montes y por ciudades en busca de hormigueros, su bocatto di cardenale.
No animal bravío o sanguinario, ni siquiera llega a bullanguero. Jamás atacó a hombre alguno ni hizo mal a nadie. Concreta sus maleficios a un tenaz seguimiento a boca cerrada que emprende cualquier malentrentenido hasta dejarlo en su casa: si el miedo lo permite, vuleve éste la mirada y hallará la del Cadejos radiante y encendida como un doble Aldebarán; si achica el paso, anda mnos; si echa a huir, corre el animal, impasibl, guardando la distancia, fjijos en el extraviado los ojos luminosos. En ese sentido constituye una frase hecha: es un mudo reproche. [...]
Fuente: Baudrit, Fabio "Cadejos" - Excelsior, 5 de junio de 1976.
Extracto del libro "Leyendas Costarricenses" - Elías Zeledón
Cuenta otra historia sobre el Cadejos...
El abnegado Juan rogaba a su padre que regresara temprano, quien por la buena costumbre de las copas, no llegaba a casa en días semanas y hasta meses. "Hijo de Dios en mi casa cuídame tu a mi familia, madre que te engendró y padre respeto por Dios quiero yo", era la única contestación que rezongaba es señor.
Cansado de las respuestas y la conducta de su padre, Juan decidió escarmentarlo, disfrazándose con un cuero de vaca negra y unas cadenas esperó al beodo escondido en el corral.
En la madrugada apareció su tambaleante padre, por lo que aprovechó para disfrazarse para espantarle la borrachera del susto.
Al verle, el padre sentenció al pícaro Juan: "Por asustarme y contradecirme "cadejos" quedarás y a todos los borrachos del mundo en sus necesidades ayudarás".
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